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domingo, 26 de enero de 2020

La Felicidad según San Agustín


Busca lo que amas asegurándote que lo que amas es bueno. Y, cuando lo tengas disfrútalo y gózalo.  
Resumen:
Se sabe de las dificultades para lograr una definición de la felicidad, por lo que se tienen líneas alternativas que, si bien no se realiza una definición, lo que proporcionan una mejor comprensión de la felicidad.
Una línea es indicar lo que no es la felicidad, la que fue desarrollada por San Agustín, que define que existen tres tipos de hombres, los que no alcanzarán nunca la felicidad:
-       Los que no poseen lo que aman.
-       Los que aman lo que les hace daño.
-       Los que no aman lo que poseen.
Dificultades de definir felicidad:
Son conocidas las dificultades que se tienen para lograr una definición de la felicidad, lo que se han generado líneas alternativas que, si bien no se realiza una definición, lo que se entrega mejora nuestra comprensión de la felicidad.
Una línea es indicar lo que no es la felicidad, la que fue desarrollada posteriormente a su conversión por Agustín de Hipona o San Agustín (354 – 430) – Doctor de la iglesia católica y obispo de Hipona.
La conversión de San Agustín (1):
San Agustín fue hijo de Patricio, un pequeño propietario pagano y su madre, la futura Santa Mónica, que es considerada por la Iglesia como ejemplo de mujer cristiana, de piedad y bondad probadas, madre abnegada y preocupada siempre por el bienestar de su familia, aun bajo las circunstancias más adversas. Mónica le enseñó a su hijo los principios básicos de la religión cristiana y al ver cómo el joven Agustín se separaba del camino del cristianismo se entregó a la oración constante en medio de un gran sufrimiento. Años más tarde Agustín se llamará a sí mismo «el hijo de las lágrimas de su madre» (1).
Se presenta a continuación un extracto del artículo de Juan Jesús Prieto: “Lecciones de felicidad” (2), en el que hace un análisis de una de las máxima de San Agustín (354-430), la que habla sobre la felicidad. 
Lecciones de felicidad (2)
… comenzaremos a estudiarlo con esta máxima tomada de uno de sus tratados:
Todos deseamos ser felices. Pero no puede ser feliz el que no posee lo que ama, ni el que ama lo nocivo, ni el que no ama lo que posee, aunque sea lo mejor”.
Ante todo, conviene notar –estoy seguro de que ustedes ya lo han hecho- que nada dice nuestro autor acerca de qué sea concretamente la felicidad; no da, por cierto, una definición, sino que partiendo de lo que no es, dice: “Pero no puede ser feliz el que” …
Estando, así las cosas, no nos queda más remedio que leer entre líneas y, partiendo de lo que no es, llegar, dando un rodeo, a lo que la felicidad es o podría ser. Por lo pronto, tres tipos de hombres, según él, no alcanzarán nunca la felicidad, a saber:
1)    Los que no poseen lo que aman.
¿Quién es éste? Imaginémonos a un hombre nacido para el retiro y la contemplación y a quien las circunstancias han hecho andar por otro camino. Se trata de un amante de la vida tranquila, pero hete aquí que la injusta necesidad lo ha orillado a tener que trabajar en un banco. Él quisiera, por ejemplo, pasarse la vida leyendo o escribiendo, pero no le ha quedado otro remedio que contar billetes que no son suyos, cobrar facturas y extender recibos. Ahora bien, díganme ustedes: ¿cómo va a ser feliz este hombre si no posee lo que ama? Pero sigamos con los ejemplos: a aquel otro le gustaría colgarse una mochila al hombro y recorrer el mundo, pues por naturaleza es un nómada y no soporta los lugares cerrados. ¿Cómo va a ser feliz trabajando en un despacho mal aireado? No puede serlo, y no lo será sino hasta que, merced a un acto de valentía suprema, se decida a serlo por sí mismo. Digámoslo de una vez por todas: estos hombres podrán poseer todo lo que ustedes se imaginen: talento, belleza, salud, etcétera, pero si carecen de lo único que aman, no pueden ser felices. La infelicidad, pues, es una carencia: la carencia de aquello que es, para nosotros, lo único que importa.

2)    Los que aman lo que les hace daño.
Para ilustrarla, me valdré de otro texto de nuestro autor, aquel en el que pregunta: “El hombre que tiene lo que desea, ¿es feliz?”. “Mi madre –dice- tomó entonces la palabra. ‘Si él quiere, dijo ella, y obtiene lo que es bueno, entonces es feliz; si quiere el mal y lo obtiene, es desdichado’. Madre, respondí yo con una sonrisa de aprobación, habéis alcanzado las cumbres de la filosofía. Os han faltado las palabras para expresaros como Cicerón, pero lo que habéis dicho es su pensamiento. En su Hortensio, escrito en alabanza y defensa de la filosofía, dice que algunos, no filósofos sino discutidores hábiles, declaran felices a los que llevan la vida que desean. Es un error. Porque querer lo que no conviene es el mayor de los males; se es menos desdichado por no alcanzar el fin a que se aspira que por aspirar al mal; la corrupción del bien suele acarrear más daños que bienes puede reportar la fortuna. A estas palabras, ella prorrumpió en tal exclamación que creímos ver a un hombre superior sentado entre nosotros; yo, sin embargo, sabía de qué fuente divina manaban aquellas verdades”. Los invito a imaginarse a un niño en la feria: camina tomando del brazo a su papá, y, a lo lejos, ve unos hermosos algodones de azúcar que trastorna sus sentidos. ¡Él quisiera comerse uno! Pero resulta que el niño es diabético… ¿Cómo ser felices cuando añoramos lo que nos mata?

3)    Los que no aman lo que poseen.
De no amar lo que se tiene nace la envidia, la rabia, el furor. Éstos viven comparándose siempre con los otros. Ambicionan la casa del vecino, pero no porque sea más bella que la suya, sino porque le es ajena. Y, así, si los primeros –es decir, aquellos que no tienen lo que aman- viven en la nostalgia, éstos viven casi siempre en la insatisfacción. ¡Ama lo que tienes! Aprecia las riquezas que ya posees y entonces tu vida será distinta. ¿Cómo te tienes a ti mismo por pobre si eres rico? 

Busca lo que amas, pero cuida mucho que esto que amas sea bueno. Y, cuando lo tengas, quédate con ello, disfrútalo, gózalo y, sobre todo, agradécelo.
La recomendación de San Agustín:
San Agustín nos indica que existen tres tipos de hombres, los que no alcanzarán nunca la felicidad:
-       Los que no poseen lo que aman.
Los hombres podrán poseer todo lo que se imaginen, pero si carecen de lo único que aman, no pueden ser felices. 
-       Los que aman lo que les hace daño.
El querer lo que no conviene es el mayor de los males. Se es menos desdichado por no alcanzar el fin a que se aspira que por aspirar al mal.
-       Los que no aman lo que poseen.
Aprecia las riquezas que ya posees y entonces tu vida será distinta
Por lo que se debe considerar:
Busca lo que amas, pero cuidando mucho que lo que amas sea bueno. Y, cuando lo tengas quédate con ello, disfrútalo y gózalo.

Un abrazo,




Referencias
(1)  Citado en: https://es.wikipedia.org/wiki/Agust%C3%ADn_de_Hipona, consultado 20 enero 2020.
(2)  Citado en: Juan Jesús Prieto, “Lecciones de felicidad”, https://www.elsoldesanluis.com.mx/analisis/lecciones-de-felicidad-4434684.html, 10 noviembre 2019.

(3)  Imagen obtenida de: https://www.lanzadigital.com/opinion/cuando-la-politica-reviste-formas-religiosas/, consultado 25 enero 2020.

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