“Y le dijo Jesús: los
zorros tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; más el Hijo del Hombre
no tiene dónde recostar la cabeza”. (Lucas 9:58)
Resumen:
Jesús fue un hombre
pobre materialmente. Su nacimiento fue en un humilde establo, en la infancia
fue un refugiado en Egipto y creció en Nazaret en el hogar de un carpintero.
Durante su ministerio no tenía un hogar propio y dependía de los demás para
satisfacer las necesidades materiales.
Si bien Jesús era pobre
en el plano material, tenía una riqueza sin igual en los planos emocional,
mental y espiritual.
De acuerdo a lo
planteado por X.Pikaza Ibarrondo:
“Jesús quiso
abrir una ancha senda de felicidad en el amor, sin odio ni recelo, pero con
celo inmenso de vida, de esperanza. Una felicidad de
vivir en medio de otros, mis amigos, recibiendo y dando amor a ríos, con miles
y millones de “sabios pobres”.
Jesús pobre
materialmente:
Podemos decir que Jesús
fue un hombre pobre materialmente. Su nacimiento fue en un humilde establo, en
la infancia fue un refugiado en Egipto y creció en Nazaret en el hogar de un
carpintero. Durante su ministerio no tenía un hogar propio y dependía de los
demás para satisfacer las necesidades materiales.
Si bien Jesús era pobre
en el plano material, tenía una riqueza sin igual en los planos emocional,
mental y espiritual.
A su vez, se puede
indicar que Jesús se preocupaba de los pobres, que es una información que hemos
conocido de los evangelios.
Se proporciona a
continuación extractos del artículo de X.Pikaza Ibarrondo: “Felicidad de Jesús.
Por la senda de los muchos sabios (pobres) que en el mundo han sido” (1), que
plantea que Jesús enseña a ser feliz a los pobres e irradiando felicidad a los
ricos.
Felicidad de
Jesús (1):
Un poeta de la Nueva
Castilla, afincado en la Vieja (Salamanca) escribió un poema sobre la
“descansada vida de los pocos sabios que en el mundo han sido” (Luis de León). Jesús,
en cambio, ofreció felicidad para multitud de pobres, llamados a escuchar la palabra
de dicha de la vida, siendo no sólo felices ellos, sino irradiando felicidad a
los ricos.
Para ser feliz, Luis de
León se retiró en su casa-huerto rico, del monte en la ladera, junto al río,
para cultivar su felicidad a solas, “libre de amor, de celo, de odio, de
esperanzas, de recelo”, porque se decía: “vivir quiero conmigo, gozar quiero
del bien que debo al cielo, a solas, sin testigo…”.
La felicidad solitaria
del rico que dice hacerse pobre al retirarse al huerto junto al río tiene su
valor, como yo mismo he destacado en algún escrito. Ese retiro de ermitaño
puede formar parte del camino de la dicha más perfecta, amor de solitarios que
convierten su desierto en campo que se abre al gozo compartido. En esa línea, el
ideal y camino de la felicidad de Jesús tiene que ser una senda de
bienaventuranza desde los más pobres.
FELICIDAD DEL POBRE, UN
PRINCIPIO DE EVANGELIO
En la forma
actual de división, injusticia económica y opresión política, el rico en cuanto
tal no puede ser feliz, a no ser de manera
mentirosa, engañándose a sí mismo y engañando (oprimiendo a los demás). Conforme
a Jesús, la felicidad se identifica con la gratuidad, esto es, con la fe
(confianza en Dios), en medio de una vida de carencia y opresión.
Esta es la
experiencia originaria de Jesús: Él descubre y dice que los pobres y excluidos
que pueden ser felices, en contra de un orden social (un mundo) que vive
empeñado en tener y poder, en la salud exterior y el dominio sobre los demás.
La felicidad implica un tipo de “acogida”, de aceptación. Esto es algo que
muchos pobres no saben, y por eso viene Jesús a decírselo, con su vida, con su
presencia, con su ayuda.
Entendidas así,
las bienaventuranzas constituyen un reto, una apuesta de Jesús, que descubre y
expresa su felicidad entre los pobres, de quienes recibe y con quienes comparte
la dicha de la vida, hecha de paz interior, de gratuidad y esperanza.
En principio, no quiere cambiar nada por la fuerza, por la ley establecida, por
un tipo de sacralidad del templo. Acepta las cosas como son, y en ellas
descubre la felicidad.
1.En el principio
está la felicidad. No somos nosotros los que inventamos (creamos y
cultivamos) la dicha, sino que ella empieza siendo un don, un regalo. De la
felicidad del amor hemos nacido, los ojos dichosos de una madre han encendido
felicidad en nuestros ojos… Por felicidad de Dios (=de la Vida) hemos nacido;
partiendo de la felicidad nos vivimos, nos movemos y existimos.
2.La felicidad de
los pobres, ellos nos evangelizan. Los ricos y poderosos de Luis de León en
el siglo XVI (y los de ahora, siglo XXI) quieren ser felices por aquello que
tienen, por su gran riqueza, sus palacios, sus afanas… pensando que así pueden
alcanzar la dicha, pero sin lograr alcanzarla. Entre los más ricos son muchos
los que se suicidan, los que sólo viven a base de drogas, analgésicos, mentiras.
La felicidad no es algo que se tiene o se puede conseguir a golpe de
talonario o palacio, sino un don antecedente, el propio ser, la vida.
3.Bienaventurados
los pobres, ellos pueden hacer bienaventurados a los ricos. No son los
ricos los que deben ofrecer felicidad (bienaventuranza) a los pobres, pues no
la tienen, sino todo lo contrario: Son los pobres los que pueden hacer
bienaventurados a los ricos, si es que se dejan amar y acoger por los pobres,
que no quieren quitarles nada (ni riqueza, ni poder). No se trata pues de
una inversión de peones (que los pobres se hagan ricos, que los ricos se hagan
pobres), sino de una elevación de todos.
4. Los pobres han
sido el mesías de Jesús, ellos le han enseñado a descubrir a Dios.
Ciertamente, Jesús llama a su lado a los pobres (¡venid todos los cansados y
agobiados…!), y lo hace como “mesías de Dios”. Pero han sido ellos los que le
revelan el rostro divino de la vida: ellos le han dicho que hay Dios, el Dios
que le habla y le llama, le enriquece y transforma por medio de ellos, los
pobres.
Jesús quiso abrir una
ancha senda de felicidad en el amor, sin odio ni recelo, pero con celo inmenso
de vida, de esperanza. Una felicidad que no decía “vivir quiero conmigo”, sino
en medio de otros, mis amigos, recibiendo y dando amor a ríos, con miles y
millones de “sabios pobres”.
Las enseñanzas de
Jesús:
De acuerdo a lo
planteado por X.Pikaza Ibarrondo, Jesús nos ha indicado que:
La felicidad se identifica
con la gratuidad, esto es, con la fe (confianza en Dios), en medio de una vida
de carencia y opresión.
La felicidad
implica un tipo de “acogida”, de aceptación. Esto es algo que muchos pobres no
saben, y por eso viene Jesús a decírselo, con su vida, con su presencia, con su
ayuda.
Se considera que:
1.En el principio
está la felicidad. No somos nosotros los que inventamos (creamos y
cultivamos) la dicha, sino que ella empieza siendo un don, un regalo.
2.La felicidad de
los pobres, ellos nos evangelizan. La felicidad no es algo que se tiene
o se puede conseguir a golpe de talonario o palacio, sino un don antecedente,
el propio ser, la vida.
3.Bienaventurados
los pobres, ellos pueden hacer bienaventurados a los ricos. Son los
pobres los que pueden hacer bienaventurados a los ricos, si es que se dejan
amar y acoger por los pobres, que no quieren quitarles nada (ni riqueza, ni
poder). No se trata pues de una inversión de peones (que los pobres se
hagan ricos, que los ricos se hagan pobres), sino de una elevación de todos.
4. Los pobres han
sido el mesías de Jesús, ellos le han enseñado a descubrir a Dios.
Jesús quiso
abrir una ancha senda de felicidad en el amor, sin odio ni recelo, pero con
celo inmenso de vida, de esperanza. Una felicidad de
vivir en medio de otros, mis amigos, recibiendo y dando amor a ríos, con miles
y millones de “sabios pobres”.
Un abrazo,
Referencias:
(1) Citado
en: X.Pikaza Ibarrondo, “Felicidad de Jesús. Por la senda de los muchos sabios
(pobres) que en el mundo han sido”, https://www.religiondigital.org/el_blog_de_x-_pikaza/Felicidad-Jesus-senda-sabios-pobres_7_2363533627.html,
30 julio 2021.
(2) Imagen
obtenida de: https://www.cuantarazon.com/863038/y-esto,
consultado 25 noviembre 2021.
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