A
continuación algunos extractos del interesante artículo de Ignacio Fernández, Psicólogo
y autor del libro “GPS Interior”, que indica que la felicidad no es individual
sino que el compartir con los demás:
Existen
tres niveles de felicidad: felicidad individual (conmigo mismo), felicidad
relacional (con los otros) y felicidad trascendente (derivada de la relación
con Lo Superior).
Superando
las teorías individualistas de la felicidad, la actual perspectiva del
well-being (bien-estar y bien habitar la vida) ha constatado algo evidente: se es feliz con otros. No se puede ser
feliz alejado del mundo y de las relaciones sociales significativas. Quien se siente feliz consigo mismo
demuestra ese bienestar en las relaciones con otros.
Cuando una persona
declara estar en un nivel de felicidad personal satisfactorio, ello debe ir
acompañado de señales inequívocas de bienestar con los otros. Lo individual se
refleja en lo relacional. Se constatan relaciones
positivas y activas con los demás significativos. Se cuida activamente las
relaciones sociales. Hay conversación permanente, escucha empática,
conectividad, genuino interés por los otros y sus temas. Se practica la
amabilidad y se participa de actividades de voluntariado y servicio hacia
otros. Existe una actitud abierta, liviana y dispuesta al disfrute de las
actividades comunitarias.
No hay linealidad en
la felicidad. No es que primero deba estar feliz a
nivel individual para después “avanzar” a la felicidad relacional. Son procesos
integrados y que se retroalimentan, pues la felicidad personal también es un
emergente relacional. Soy feliz con otros en las actividades que realizo en el espacio
de las relaciones humanas, ya sea el trabajo, la familia, los amigos u otros
ambientes interpersonales.
Los sistemas humanos
que promueven la felicidad (parejas, familias, equipos de trabajo) tienen un
fuerte sentido compartido como referente de la existencia de la relación.
Tiene un propósito de ser que trasciende las necesidades meramente personales.
Trabajan conscientemente por fines sociales y transpersonales.
La forma en que las
personas felices se relacionan con otros es lo más revelador de ese nivel de
bien-vivir. Han trabajado activamente para lograr
una aceptación radical del otro como legítimo otro. Desde ese lugar de
aceptación, surge la horizontalidad relacional como la forma armónica de
convivencia. Si te considero esencialmente igual a mí, más allá de las
diferencias accidentales de nivel económico, educacional, étnico, sexual o
religioso, me sentiré un par en la relación contigo. No me sentiré superior ni
inferior a ti. Entenderé que tu punto de vista y tus creencias son tu verdad,
tan válidas como las mías, donde la oportunidad que se abre es construir un
espacio conjunto de articulación de nuestra verdad.
Las conversaciones
fluyen, son muchas y entretenidas, a ratos desordenadas y sin foco. Se está en
un espacio liviano, alegre, de co-construcción divergente. Hay alta
conectividad. La conversación no es cualquiera. Es
un diálogo generativo que abre posibilidades en cada esquina de la
conversación, donde juntos vamos tejiendo un nuevo mundo posible de
oportunidades y espacios de creación.
Eso es lo que da
felicidad relacional. Sentirme parte de algo superior e importante, un nosotros
fuerte y con sentido, donde tenemos relaciones positivas y poderosas, con
formas de diálogo y cuidado que abren posibilidades, y donde sabemos con
certeza que los logros y resultados de ese colectivo me trascienden, me hacen
mejor persona y me dejan en paz con los otros y con mi misión en la vida,
impulsados con la energía esencial de la felicidad: el amor hacia los demás.
Referencia:
Citado
en: Ignacio Fernández, “Felicidad relacional”, http://ignaciofernandez.blogspot.com/2013/05/felicidad-relacional.html#!/2013/05/felicidad-relacional.html,
18 Mayo 2013
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