A
continuación una transcripción del artículo del sitio www.pueblaonline.com.mx:
Pïjamasurf
informa que la felicidad es, casi desde cualquier punto que se le mire, uno de
los propósitos más esenciales del ser humano. Las definiciones de felicidad,
aquello con que esta se identifica, pueden variar si toman en cuenta
circunstancias culturales e históricas, pero quizá, después de todo, lo que
permanezca constante sea la búsqueda de la felicidad como una de las metas que
han orientado desde siempre muchas de las acciones humanas.
¿En
dónde se encuentra la felicidad? ¿En la calidad de las relaciones que
mantenemos con nuestros semejantes? ¿En el dinero que ganamos por lo que
hacemos? ¿En las cosas que compramos? ¿En la calidad de nuestra alimentación?
¿En la frecuencia de nuestras relaciones sexuales? ¿En los hábitos nos brindan
bienestar corporal? ¿En el bienestar intelectual? ¿En la estabilidad de
nuestras emociones? ¿Dónde?
Es
posible que ahí y también en otros lugares, que sea al mismo tiempo un elemento
que hace la diferencia y, por otro lado, una suma, una coincidencia de
múltiples factores que, reunidos, otorgan ese improbable estado que conocemos
como felicidad.
La
ciencia, por su parte, no ha permanecido ajena a este asunto, y existen
numerosas investigaciones que alguna aportación tienen al respecto.
A
continuación una lista de algunos de estos estudios, según los cuales existe un
puñado de hábitos que, al tenerlos, nos ayudarán a conseguir o a acercarnos un
poco el fuego vital de la felicidad.
Las personas felices
conviven con personas felices
La felicidad es
contagiosa. Investigadores de la Framingham Hear Study
estudiaron por más de 20 años a personas que se encontraban preferentemente
entre personas felices, descubriendo que de esta manera aumentaba su
probabilidad de que ellas mismas fueran felices en el futuro.
Sonríen cuando tienen
que hacerlo
La
sonrisa puede o no ser un gesto común, frecuente: en buena medida depende del
individuo. Si este tiene pensamientos
positivos, felices, igualmente puede ser que una sonrisa acuda con más facilidad
y naturalidad a su rostro. Curiosamente, según algunos estudios falsear una
sonrisa durante una situación poco agradable puede empeorar el estado de ánimo.
Perseverancia.
Peter
Kramer, psicólogo, asegura que la perseverancia y no la felicidad es lo opuesto
de la depresión. Al parecer si hay algo
que distingue a quienes son felices es su actitud ante el fracaso: siempre
saben reponerse.
Intenta ser feliz
Un
par de estudios publicados recientemente sostienen que basta con intentar ser feliz —con proponérselo, con buscarlo— para
fortalecer el bienestar anímico, en especial en esos ámbitos que implican
emociones positivas.
Celebrar también los
pequeños triunfos
Los triunfos
personales, casi sin excepción, nos llenan de felicidad.
Sin embargo, lo usual es pensar estos como las grandes victorias, aquellas que
se consiguen solo a costa de esfuerzo y aun sacrificio. ¿Pero qué pasa con los
triunfos más modestos que se tienen cotidianamente? ¿No puede considerarse
también digno de reconocimiento llegar puntualmente a una cita, terminar un
libro, haber hecho reír sinceramente a alguien?
Gusto por los
placeres sencillos
Como
en el punto anterior, en el caso del placer existe también un reino de lo
sencillo, lo minúsculo quizá, que a veces pasa desapercibido pero es capaz de
proveer tanta o más satisfacción que los llamados grandes placeres. Darle sentido a las pequeñas acciones, ser
agradecido con los dioses mínimos de la vida, está asociado con una sensación
generalizada de regocijo.
Las personas felices
hacen el bien a los demás
La felicidad puede
mirarse también como un circuito que se nutre a sí mismo
y así se sostiene (y de paso sostiene al mundo): hacer feliz a alguien tiene
como consecuencia que otra persona haga feliz a ese primero de la cadena. Solo
que, claro, aquí no hay primeros, ni últimos, sino solo una fuerza que se
mantiene circulando entre quienes emprenden acciones en beneficio de otros.
Según se publicó hace poco, por ejemplo, el trabajo voluntario repercute
positivamente en tu salud.
Dejarse llevar
Cuando
hacer algo nos complace, es muy frecuente que perdamos la sensación del
transcurso del tiempo. Aquello que hacemos es tan satisfactorio, que todo lo
demás deja de importarnos, incluso el paso de los minutos. Al parecer entregarse de esta manera a una actividad altamente
satisfactoria —que también implica motivación y cierto grado de desafío— es
importante para sentirnos felices.
Profundidad de una
conversación
Hace
poco la revista especializada Psychological Science publicó un estudio en el
que mostró cierta tendencia de las
personas felices por preferir conversaciones profundas, sustanciosas, en vez de
plásticas sobre temas menores o banales. Al parecer es notablemente más
satisfactorio hablar, por ejemplo, de la situación sentimental por la que se atraviesa
en ese instante y no, digamos, del clima.
Gastar el dinero en
otras personas
El
dinero no compra la felicidad, pero al parecer, cuando se gasta en otras personas y no en uno mismo, aumenta la
sensación de ser feliz. Al menos eso es lo que sostiene esta investigación.
Saber escuchar
Escuchar
puede considerarse una de las habilidades fundantes del ser humano. Escuchar
implica reconocer la existencia del Otro, respetar su visión de mundo, estar
dispuesto a conocerla y aun aprender algo de ello. Escuchar requiere y genera
confianza. Escuchar hace al Otro
sentirse acogido, útil en el sentido de que sus palabras transformaron de
algún modo la realidad de la persona que verdaderamente las escuchó.
Preferencia por las
relaciones cara a cara
En
nuestro tiempo pareciera que la tecnología de telecomunicaciones que tenemos a
nuestra disposición es más que suficiente para estar en contacto con nuestros
amigos, familiares e incluso nuestra pareja. La nuestra parece una soledad
inédita, una soledad acompañada: una persona puede pasar todo el día frente a
su computadora y, aun así, haber entrado en contacto con decenas o miles de
semejantes, algunos más queridos que otros. Con todo, el movimiento anímico que
implica tomar un autobús, un taxi o un avión para ir a ver a un ser querido —y
después de esto, efectivamente verlo, estar con él— tiene repercusiones en
nuestra necesidad de sentirnos parte de algo o de alguien, además de que el contacto físico disminuye las sensaciones
ligadas con la ansiedad.
Ver el lado bueno de
las cosas
El
optimismo, tan atacado desde hace varios años, tiene sin embargo sus virtudes,
quizá la principal el hecho de que ver el
lado bueno de las cosas disminuye el estrés y sus síntomas, además de que
incrementa nuestra tolerancia al dolor. Un estudio reciente mostró que
tener una actitud positiva mejora la salud de quienes tienen padecimientos
cardiacos.
Aprecia la música
La música, como una
de las manifestaciones más elevadas del espíritu, mucho tiene que ver en la
consecución de la felicidad. En esta investigación, por
ejemplo, se notó que la música que escuchamos puede afectar la manera en que
percibimos el mundo: una tonada triste nos hará ver un mundo triste, mientras
que una feliz quizá aumente esa misma felicidad para el mundo.
Desconéctate
Aunque
se trata de un fenómeno demasiado cercano (todavía) para estudiarse, varias
voces han señalado ya los alarmantes niveles de ansiedad que acompañan nuestra
vida perpetuamente conectada. El teléfono portátil, la computadora y otros
gadgets mantienen casi de tiempo completo una parte de nosotros en ese otro
mundo que es Internet y sus territorios. El fin de semana pasado el escritor
estadounidense Jonathan Franzen publicó en The Guardian un ensayo en el que,
entre varias otras cosas, denuncia este vicio del mundo contemporáneo en el que
“tenemos que decir adiós a la estabilidad laboral y hola a una vida llena de
ansiedad. Nos tenemos que volver tan incansables como el capitalismo”. Ante
este panorama, ¿desconectarse no parece una alternativa deseable para la salud
emocional? ¿Qué pasaría, por ejemplo, si dejaras Internet por un año?
La importancia de la
espiritualidad
El
cultivo de la espiritualidad nos hace reconocer que somos algo más que materia.
Que una parte muy importante de nosotros está hecha de elementos intangibles
pero valiosos. En casi todos los casos la
espiritualidad y el reconocimiento de lo sagrado en el mundo nos hacer ser
agradecidos, generosos, pacientes, tolerantes, además de otras actitudes que,
cuando practicadas, redundan en nuestra propia felicidad.
Ejercítate
Es sabido que el
ejercicio físico libera endorfinas, además de otras
sustancias neuroquímicas que modifican nuestra actitud frente al mundo, casi
siempre otorgándonos una sensación satisfactoria de la realidad. El ejercicio
disminuye el estrés y algunos síntomas de la depresión, además de mejorar
nuestras habilidades cognitivas y hacernos apreciar más nuestro cuerpo.
Busca la naturaleza
Una caminata de
veinte minutos revitaliza, tanto el cuerpo como la mente y el espíritu.
De acuerdo con numerosos estudios, el contacto con la naturaleza despierta las
sensaciones de bienestar y felicidad en quien así lo experimenta.
Duerme bien
Cada
persona tiene su propio ritmo de sueño y descanso, pero en todos es importante
que este se cumpla para que lo mismo el estado anímico que el bienestar
corporal funcionen correctamente.
Ríe tanto como puedas
Reír
es más que una expresión: es toda una reacción química de nuestro cuerpo en la
cual se liberan sustancias que combaten el dolor y la tensión, fortalecen el
sistema inmune e incluso, como el ejercicio físico, controlan el apetito y
reducen el colesterol.
Referencia:
-
Citado en: Staff Puebla On Line, “Los
hábitos de las personas felices son...”, http://www.pueblaonline.com.mx/index.php?option=com_k2&view=item&id=44559:los-h%C3%A1bitos-de-las-personas-felices-son, 22 Septiembre 2013.
-
Foto Obtenida en: http://www.unicornioblog.com/los-7-habitos-de-los-ninos-felices/,
27 Septiembre 2013.
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