A
continuación se entrega un resumen del interesante artículo de Cristina Sáez,
sobre la historia de la felicidad, que concluye que: “El ser humano siempre ha aspirado
a alcanzar la felicidad; de hecho, es un instinto evolutivo que ha permitido a
nuestra especie sobrevivir”, comentando a su vez que el concepto de felicidad
ha cambiado desde los inicios del ser humano.
Nos
dice:
El origen de la
“Felicidad”:
Desde
que el ser humano pisa la faz de la Tierra ha tratado de algún modo u otro de
encontrar la dicha. Y de eso hace ya 400.000 años. Dicen los científicos que si
no, no hubiéramos podido sobrevivir. Que si la mayoría de los individuos de la
especie no se hubieran sentido satisfechos o no hubieran tratado de
conseguirlo, se habrían autodestruido, habrían perdido interés por la
procreación y, probablemente, se habrían extinguido. Tratar de ser feliz es un mecanismo evolutivo impreso en nuestros
genes.
Y, sin embargo, "el concepto es tan
indeterminado que aunque todo el mundo desee conseguirla, nadie puede decir de
forma definitiva y firme qué es lo que realmente desea y persigue",
advirtió ya en el siglo XVIII el filósofo alemán Immanuel Kant. No sólo nos
resulta complicado definir qué es la felicidad, sino también qué nos hace
felices.
La idea de la
Felicidad:
Aunque
solemos dar por sentado que tenemos derecho a ser felices, se trata de una idea
bastante reciente, como explica el historiador Darrin Mc-Mahon en Una historia
de la felicidad (Taurus, 2005). Es más, esa idea procede de la Ilustración, en
el siglo XVIII. Sin embargo, del
concepto de felicidad se empezó a hablar mucho antes. La mención más antigua que se conserva es del siglo VIII a. C., y, como
ocurrió durante toda la antigüedad, estaba ligada a la tragedia. De llegar, era
algo que simplemente sucedía, no se podía hacer nada por conseguirla, de manera
que la gente, impotente, esperaba resignada.
Orígenes de la palabra
Felicidad:
La
relación entre la dicha y la fortuna marcó el nacimiento de vocablos en la
mayoría de las lenguas indoeuropeas para designar este concepto. Happiness
proviene del inglés medio happ que significa ocasión, fortuna. El término
francés, bonheur, procede de bon (bueno) y heur (suerte o fortuna). En
italiano, español, portugués y catalán, felicità, felicidad, felicidade y
felicitat derivan del término en latín felix, que a veces significa suerte y,
otras, destino. Y, curiosamente, aunque es en los albores de la humanidad cuando
se empieza a relacionar la felicidad con el azar, la mayoría de las palabras
que surgen para denominar este concepto no aparecen hasta mucho después, hasta
la edad media, una época en que la gente era de todo menos feliz en este
planeta.
La Felicidad y su
relación con Dios:
Durante siglos, el
cristianismo establecería una asociación, apuntada ya por Aristóteles, entre
felicidad y Dios, y la asociaría a paraísos prometidos. En la edad media, todo
el mundo tenía derecho no a ser feliz, sino a albergar la esperanza de serlo en
otra vida. Y por aquella recompensa las personas soportaban
todo tipo de sufrimientos terrenales.
La Felicidad en el
Renacimiento:
El humanista, orador,
educador y filósofo italiano Lorenzo Valla y más tarde el pensador inglés John
Locke, considerado el padre del empirismo y del liberalismo moderno, pensaban
que la felicidad era el máximo placer
que se podía obtener. En este sentido, es una postura ante la vida mucho
más hedonista; y la felicidad empieza a
tener un significado más social: es aquel placer o estado placentero que se
puede extender a un mayor número de personas".
La Felicidad como
derecho del individuo:
En
la Ilustración filósofos como Voltaire y Rousseau afirman que felicidad no es un capricho del destino, ni tampoco un don divino
que uno recibe como premio a un buena conducta en vida, sino algo que todos
deberíamos alcanzar en la Tierra, aquí y ahora. "El ser humano tiene derecho a ser feliz y es misión del gobernante
conseguirlo", puntualiza Queralt. La importancia que se le da a este
concepto es tanta que dos textos fundamentales en la política de la época - y
también en la actualidad- como son la Declaración de Independencia de Estados
Unidos (1776) y la Declaración de los Derechos del Hombre (Francia, 1789)
establecen el derecho a "la felicidad de todos". "Los seres
humanos iniciaban una grandiosa búsqueda que todavía continúa", señala
McMahon.
La Felicidad en el
siglo XIX:
Nuestros
abuelos vivieron épocas de penurias y una guerra civil, y tal vez, su prioridad sería poder vivir con
tranquilidad satisfaciendo sus necesidades básicas y alimentar a su familia
gracias a un empleo fijo. Tal vez su felicidad se encontraba justo ahí, en
ese pequeño negocio o en ese puesto de trabajo para toda la vida, un concepto
que hoy parece pertenecer a la noche de los tiempos.
La Felicidad en el
siglo XX:
Para
nosotros, en cambio, las prioridades han cambiado. En el primer mundo, con una
esperanza de vida al nacer que prácticamente dobla la de principios de siglo y
con las necesidades básicas más que cubiertas, la felicidad, además, está en otras cosas: disfrutar de los placeres de
la vida, tender hacia la realización personal... No es casualidad
probablemente que la segunda mitad del siglo XX haya visto florecer las
aficiones y los hobbies, y posiblemente tampoco lo sea que, con una esperanza
de vida que supera los 80 años, la gente tenga bastante claro que una pareja no
tiene que ser necesariamente para toda la vida.
Pero, en buena parte,
en la segunda mitad del siglo pasado, nuestra felicidad ha tenido que ver con
el consumo. Para el filósofo francés Pascal Bruckner, autor
del libro La euforia perpetua sobre el deber de ser feliz (Tusquets, 2001), el
problema es en buena medida que se ha confundido bienestar con felicidad.
"Hay una aparición de las nuevas
necesidades que tiene que ver con el confort, que son bienes materiales. Y es
como si esos bienes se personalizaran de tal manera que nos individualizan, como
el ordenador, el iPod, o el móvil".
Desde
la década de los 50, la esperanza de vida ha aumentado en cantidad pero también
en calidad. La Segunda Guerra Mundial, señala María Pilar Queralt, acabó con
los fascismos, y se pensó que quedaba entonces garantizado un mundo libre; se
había superado la crisis del 29, por lo que se abrió un periodo de bonanza
económica sin precedentes; el auge de la ciencia y la técnica permitía augurar
un mundo sin enfermedades y sin distancias. Todo eso propició la sensación de
que ya estaba todo conseguido y que aquel era un mundo en el que el esfuerzo no
era un mérito, como podía serlo en el siglo XIX. Por ello, "ahora
tienes que ser feliz, es casi una obligación".
Se
estableció un sistema basado en el incentivo del consumo, en el que el mercado
se convertía en una fuerza reguladora de la economía, y la oferta y la demanda
se generan mutuamente. Por primera vez en la historia, apareció un sistema de
consumo masivo basado en el pleno empleo y en el aumento del poder adquisitivo
de los ciudadanos. Y la felicidad requería, en buena medida, poder consumir.
"Se confundía el tener con el ser",
opina Queralt.
La Felicidad en el
siglo XXI:
No
obstante, desde comienzos del siglo XXI, para Asun Mena, el concepto de
felicidad en los países occidentales está cambiando de nuevo, y el consumo no
tiene ese papel protagonista, un cambio que, el tiempo lo dirá, posiblemente se
esté viendo favorecido por la actual crisis económica. A comienzos de los años
90 aún imperaba el modelo consumista capitalista heredado tras el fin de la
Segunda Guerra Mundial. "La
felicidad radicaba en conseguir ser alguien, en tener un estatus y la exigencia
social era muy elevada, tanto que a veces teníamos que renunciar a la vida
familiar y personal. Antes la trayectoria para llegar a la meta suponía dolor y
sacrificio. Se basaba en el consumo, eras feliz si podías consumir".
Pero ese modelo consumista, considera esta psicóloga social, se agotó.
En
cambio, opina esta psicóloga social, el concepto que la sociedad occidental
actual tiene del consumo se está transformando y dirigiendo hacia "ser tú mismo y experimentar. Damos más
importancia al viaje que al destino en sí. Sabemos que queremos conseguir algo,
pero el cómo lo hagamos es lo importante". Eso, dice Mena, nos causa
menos frustración.
El Resumen:
Y
es que, resume Queralt del Hierro, "el ser humano es cambiante, absorbe su
entorno, los avances de su época, nunca puede tener un concepto anclado,
estático, aunque se sigue pensando, fundamentalmente, tal y como decía
Aristóteles, que para ser feliz había que tener tres clases de bienes:
externos, como la riqueza o los honores; del cuerpo, como el placer y la salud;
y del alma, como la contemplación y la sabiduría. La relación entre esos tres
elementos en cada época cobra un valor diferente y se adapta para llegar al
equilibrio. En historia, te das cuenta de que la felicidad es una posición ante
la vida".
Referencia:
-
Citado en: Cristina Sáez, “Historia de
la Felicidad”, http://www.lavanguardia.com/vida/20100710/53961629105/historia-de-la-felicidad.html?utm_campaign=botones_sociales,
10 julio 2010.
-
Imagen obtenida de: http://es.slideshare.net/albertofilosofia/el-ser-humano-3411336,
24 enero 2017.
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