A
continuación una transcripción del artículo de Juan Blasco, en relación al
pensamiento de griego Demócrito sobre la alegría y la felicidad:
Desde siempre el
hombre ha buscado la felicidad; está en su ser racional el deseo de felicidad y
permanencia, de que la vida no se acabe. En estos tiempos
que nos ha tocado vivir no faltan anuncios de venta de productos que nos
facilitan la vida, que nos la hacen más fácil y más bella, más placentera, con
menos esfuerzo.
No
debemos menospreciar la ayuda que la técnica aplicada a maquinaria
–electrodomésticos para el hogar, herramientas en los trabajos manuales, etc.-
nos pueden prestar. Pero tampoco hemos de confundir la ayuda que la técnica nos
presta, si la utilizamos bien, con que estos adelantos nos van a hacer felices.
La felicidad está en otra parte.
¿Dónde, pues, está la
felicidad?
El
griego Demócrito (s.s. v-1v) en una
de sus sentencias morales dice “solo de
la moderación de los apetitos y de la armonía de la vida viene a los hombres la
alegría”. Se entiende que no se refiere a la alegría pasajera producida por
agentes externos –alcohol, drogas, comilonas, etc.- si no a la manera de
conducirse como ser racional y libre que es el hombre.
En
este sentido se confunden o complementan alegría y felicidad. ¿Cómo se puede
ser feliz y no estar alegre? Y ¿Cómo se puede estar alegre no siendo feliz?. La
moderación de los apetitos no es suprimirlos o no atenderlos; entonces no
seriamos seres racionales formados por cuerpo y alma.
Tenemos unas
necesidades corporales que tienen que ser atendidas para conservar la vida. Tan
importantes son que Dios ha asociado a ellas cierto placer al comer, beber,
descansar...
Entonces esa
moderación se refiere al recto uso de esos apetitos según la recta razón
–conformarse con lo suficiente dirían algunos- de forma que esa armonía entre
el cuerpo y el espíritu permanezca.
La
armonía de la vida –también podríamos definirla como unidad de vida- es que
nuestra conducta tanto en la familia, en el trabajo, en el descanso, en
nuestras relaciones sociales... es siempre la misma. Nuestro comportamiento
deja entrever nuestra armonía interior. En los creyentes también se debe notar
nuestra fe en el respeto y afecto por las cosas sagradas, las instituciones,
por nuestros hermanos los hombres.
Este estar cada cosa
en su sitio y su correcto uso conforme a la recta razón nos permite atender con
orden y eficacia las necesidades del ser humano, del cuerpo y del alma.
Con esto se crea en nuestro entorno un ambiente de sana y apacible convivencia.
Referencia:
-
Citado en: Juan Blasco, “En busca de
la felicidad”, http://www.aragondigital.es/noticia.asp?notid=117992&secid=25,
11 Marzo 2014.
-
Imagen obtenida de: http://wordpress.danieltubau.com/22-la-felicidad-es-el-bien-supremo-y-el-fin-de-la-vida/,
13 Marzo 2014.
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