A continuación un
relato de Raniero Cantalamessa, que nos enseña donde está realmente la
felicidad:
Leía estos días la
historia de un famoso converso del siglo XIX, Hermann Cohen, un músico
brillante idolatrado como niño prodigio de su tiempo en los salones de media
Europa. Una especie de joven Francisco en versión moderna. Después de su
conversión, escribía a un amigo: «He buscado la felicidad por todas partes: en
la elegante vida de los salones, en el ensordecedor jaleo de bailes y fiestas,
en la acumulación de dinero, en la excitación de los juegos de azar, en la
gloria artística, en la amistad de personajes famosos, en el placer de los
sentidos. Ahora he encontrado la felicidad, de ella tengo el corazón rebosante
y querría compartirla contigo... Tú dices: "Pero yo no creo en
Jesucristo". Te respondo: "Tampoco yo creía y es por eso que era
infeliz"».
La conversión es el
camino a la felicidad y a una vida plena. No es algo penoso, sino sumamente
gozoso. Es el descubrimiento del tesoro escondido y de la perla preciosa.
Referencia:
Citado
en: Raniero Cantalamessa, “La conversión es el camino a la felicidad y a una
vida plena”, http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=29728,
16 junio 2013.
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