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sábado, 21 de abril de 2012

Una hija de Dios… que es feliz con el amor de Dios

Un entrevista muy especial a Sor Lucía Caram, Monja Dominica,  realizada por Jesús Bastante. A continuación algunos interesantes temas planteados por Sor Lucía.
 "Descubrí que mi claustro no son los límites del monasterio, sino el mundo". Sor Lucía Caram es monja dominica, sin pelos en la lengua y la alegría a flor de piel. Tal vez por ello acaba de participar en el II Congreso sobre la Felicidad, celebrado en Madrid.
-¿Cómo se habla de la felicidad en el mundo de hoy?
-Se habla de ella desde diferentes puntos de vista, pero creo que al final todos terminamos coincidiendo.
Todo tiene que conspirar para que seamos felices. Es una riqueza impresionante saber que nuestra vocación es la felicidad, aunque algunos se equivoquen de camino. Todos buscamos la felicidad, que es algo que tenemos dentro. Lo que hemos compartido en estos días es que la felicidad, darse y compartir son prácticamente sinónimos.
-¿Quien ama es feliz?
-Sí, yo creo que ésa es la conclusión a la que hemos llegado. Cuando te preguntan si alguien que está en una situación de pobreza y sin dignidad es feliz... no queda claro que el que menos tiene sea más feliz. De lo que te das cuenta es que lo que ayuda a la gente a salir adelante, y lo que les da la felicidad, es amar y sentirse amado por alguien. Y esto es un motivo para salir más allá de su situación.
 -¿No hay días que es muy complicado tener esa actitud feliz?
-No tenemos las cosas fáciles. Pero yo, la verdad, cada día me siento con más fuerza. Estos días me preguntaban cuál es la receta de la felicidad. Yo creo que consiste en hacer un camino de retorno al propio corazón, reconciliarnos con nosotros mismos y con nuestra historia, y descubrir de lo que somos capaces. A partir de ahí, abrir los ojos y contemplar a la humanidad, a las personas que tienes a tu alrededor, crear un puente y salir de ti mismo. No puedes volver egoístamente a tu mundo y tus problemas cuando ves todo lo que está pasando. Eso también es un estímulo para trabajar con los otros, y cuando ves que son muchos los que crean alternativas, los que quieren dar su tiempo... te da una fuerza impresionante. Yo creo que es muy importante darnos tiempo para procesar las cosas, para que todo repose. Pero no podemos perder el tiempo: hay gente que lo está pasando muy mal. Y todos somos corresponsables. No podemos decir "éste no es mi problema", porque luego tendremos otro problema más grande. Con lo cual, esta maldita crisis que estamos viviendo, yo creo que está siendo una bendita oportunidad de compromiso, de solidaridad, de darnos cuenta de que nos habíamos creado muchas necesidades absolutamente prescindibles, y que muy pocas cosas son importantes. Posiblemente sólo una es importante: amar y sentirnos amados.
-¿Qué hace una monja de clausura pasando tanto tiempo fuera? ¿No te dirán los críticos que la clausura es estar dentro, que estás haciendo demasiadas cosas? ¿No te preguntan que por qué te metiste a monja de clausura, si estás todo el tiempo fuera del convento?
-Yo entré en la vida religiosa porque quería hacer cosas para ayudar a la gente. Después de formarme, estudiar teología y estar unos años en frenética actividad, trabajando en las villas del gran Buenos Aires, sentí una profunda nostalgia, o necesidad, de algo más. No sabía bien qué era. Fue cuando di el paso y entré al monasterio. Estuve cinco años viviendo en Torrente, Valencia, y fueron años de gran felicidad para mí. Cinco años en lo hondo del surco: tiempo de silencio, de oración, de reflexión, de pasar las cosas por el corazón, de renovar amores... de tomar fuerza. Después me fui a Manresa.
Con toda esta fuerza y esta inquietud que tenía dentro, descubrí que la vida contemplativa no era sólo contemplar para adentro, sino contemplar, como dice Felicísimo Martínez, "con los ojos abiertos". Esto me cambió la vida porque, si tú ves, no puedes quedarte con los ojos cerrados. Es la imagen de la zarza que arde sin consumirse. ¿Qué es lo que le inquieta a Dios? Que ha oído los clamores de su pueblo y no lo puede soportar. Por eso nos envía. La gran manifestación mística y espiritual a Moisés es ésta: que Dios no lo soporta, y nos envía.
A partir de ahí fue todo movimiento: descubrí que mi claustro no son los límites del monasterio, sino también el mundo. Reconozco que es un caso atípico, por eso tengo una vida muy activa. Pero gracias a mi comunidad y a mi estilo de vida, tengo también mucho tiempo de contemplación y de estudio. Mi día empieza a las 5 y media de la mañana, y hasta las 9 y media o 10 de la mañana, estoy dedicando mi tiempo a la oración y a la reflexión. Si no, sería imposible hacer lo que estoy haciendo. Con lo cual, a los que me preguntan que por qué no dejo la vida contemplativa, les contesto que no tengo por qué dejarla. Al contrario: yo creo que ahí está la riqueza de carismas dentro de una comunidad, y que la vida contemplativa a mí me exige esto en estos momentos.
Dicen que todos los dominicos siempre tienen que citar a Santo Tomás. Pues bien, Santo Tomás, cuando se pregunta por la vida activa y la vida contemplativa, y por cuál de las dos es lo más perfecto, llega a la conclusión de que la vida mixta. Porque es mejor arder e iluminar, que sólo arder o sólo iluminar. Para iluminar tienes que arder. Nadie da lo que no tiene. Por tanto, mi lema, en este sentido, es "contemplar y dar lo contemplado".
 Referencia:
Sor Lucía Caram: "Jesús pasó por este mundo quitando cruces, no poniéndolas"
Jesús Bastante
19 Abril 2012

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