A
continuación, Manuel Lamas nos relata un cuento, que manifiesta lo difícil de
sensibilizarse con el tema de la felicidad, pero siempre llega la hora para
darse cuenta de sus verdaderas dimensiones.
A
continuación un extracto del cuento, que relata una conversación del autor con
un anciano sobre tema tan relevante para la vida como es la felicidad:
El
anciano comenzó haciéndome una pregunta: ¿es usted feliz?.
Respondí
a sus palabras con otra pregunta. Dígame: ¿qué es la felicidad y qué debo hacer
para encontrarla?
El
anciano, respondió: siempre busqué la prosperidad como un bien supremo;
perseguí esa felicidad que se esconde en los anhelos del corazón; semejante,
previsiblemente, a la que busca la gente, atraída por el brillo de las cosas.
Pero, ha tenido que transcurrir casi
toda mi vida para comprender la magnitud de mi error.
La
ausencia de bienes, nos aboca al padecimiento físico; pero el exceso de
pertenencias, secuestra nuestra libertad y nos hace esclavos de aquello que no
utilizamos. Y, aunque nuestro comportamiento tiene una influencia directa en
las personas que tenemos más próximas, la
felicidad, no es un bien que podamos transferir a los demás. Cada uno la
vivimos de forma diferente. Pues, cada ser humano, constituye un microcosmos
difícil de armonizar con el de sus semejantes. Diferentes son, por tanto, los
caminos para alcanzarla y los modos de sentirla.
Quizá,
la felicidad, no sea otra cosa que una serie de renuncias para no atarnos
demasiado a las personas ni a las cosas. Cada elemento requiere su espacio. Las personas, para conservar el equilibrio;
de las cosas, hemos de servirnos con moderación, para que no arrebaten todo
nuestro tiempo.
Tal
vez entendamos por felicidad, esa certeza en los juicios, para no errar en
nuestras apreciaciones. Generalmente, la felicidad, muestra un camino contrapuesto
al placer sensual. Los placeres crean adicción y producen malestar si perdemos
la moderación. La felicidad, es un
estado de libertad que atraviesa todas las barreras. En su posesión,
quisiéramos detener el tiempo pero, este, escapa de nuestras manos como agua
que se precipita a su nivel más bajo. Son demasiados los avatares de la vida;
no debemos esperar largos períodos de plenitud.
Sin
embargo, un camino seguro se abre a nuestros pies, cuando aceptamos las reglas
que regulan el orden natural. Mostrar docilidad acogiendo esas normas,
constituye un descanso seguro. Hemos de
fundirnos en la Naturaleza como un elemento más; aportar nuestra pequeñez para
formar el todo y, al mismo tiempo, sentirnos totalidad sin pretender condensar,
esa inmensidad, en el punto donde convergen nuestros intereses. Entonces, la
felicidad, llegará como una consecuencia lógica; como respuesta veraz y
proporcional para quienes aceptan integrarse en ella sin poner condiciones.
No corras, por tanto,
hacia la felicidad, espérala como quien pretende algo valioso y desconoce dónde
buscarlo. No llenes tu mochila de necesidades, ni cargues con el peso de
objetos que no necesitas. La propia naturaleza dosifica la felicidad en función
de la conducta.
Ahora,
viejo y cansado, conservo las ideas más lúcidas. No me mueve el egoísmo. Quiero
reconciliarme con el mundo despojándome de las cosas. Pretendo ganar la
confianza de los demás con palabras sinceras. Busca pues, la felicidad, desde
la renuncia. Entrega parte de lo que te sobra, pero evita que la donación te
incomode. Pues, la entrega no cumple su fin, si consideras pérdida aquello
donas.
Finalmente,
el anciano abandonó el lugar. Lentamente recorrió el espacio hasta que le perdí
de vista. Sumergido en cavilaciones comencé a descifrar las reflexiones del
abuelo. Yo mismo tendría que transformar sus palabras en respuestas para no
apartarme demasiado del camino que terminaba de mostrarme.
Referencias:
-
Citado en: Manuel Lamas, “Sobre la
felicidad”, http://salamancartvaldia.es/not/49174/sobre-la-felicidad,
5 Julio 2014.
-
Imagen obtenida de: http://escueladigitalceuta.blogspot.com/2010_06_01_archive.html,
17 Julio 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario